Promesas
* De quien fuera Meztli
Los rayos de sol entraban plenos por la ventana, el cielo estaba despejado a pesar del torrencial aguacero que había caído el día anterior; por la calle se veían pasar muy esporádicamente algunos vehículos, cosa que contrastaba drásticamente con los días comunes en que el tráfico se volvía muy pesado en las horas pico, y la gente caminaba aprisa llenando las aceras y los negocios de comida rápida.
-“Después de la tormenta, la calma llegara”- pensó al tiempo que extraía el último cigarro de la cajetilla, echó un vistazo para cerciorarse que no había más y estrujando la cajetilla con la mano, la tiró mecánicamente hacía el rincón donde estaba el cesto de basura.
-Podría prometer que será el último – se dijo- pero sé que será en vano la promesa”. Saco de su billetera una lista y anoto “cigarros”, solía anotar detalles de ese tipo ya que detestaba perder tiempo al hacer las compras tratando de recordar que hacía falta. O aún mas, encontrarse como en aquel momento con un único cigarro y verse obligado a salir al expendio de enfrente y encontrarse con la chica del mostrador; era una chica muy agradable según su propio parecer y siempre lo atendía con una gran sonrisa.
El problema era el tremendo parecido que tenía con Lili (la ñañita solía decirle él). Ese rostro y esa sonrisa tras el mostrador lo enviaba a un pasado doloroso que prefería no recordar.
Pero aquella tarde fue inevitable hacer esa regresión y entre las bocanadas de humo que formaban figuras extrañas, él volvió a recordar aquellos tiempos en que estuvieron juntos, las platicas donde se hicieron planes a futuro; un futuro en común.
Con ella era fácil compartir las palabras y los silencios, los sueños y por que no?, hasta los despertares, lo único que ella no compartía eran ese vicio y esa manía de fumar y formar figuras y aunque al principio trataba de adivinar las formas creadas, termino por alejarse cada que él encendía un cigarro.
Fue la única vez en su vida que sin proponérselo dejo de fumar sin mayor esfuerzo y aún por las noches cuando más trabajo tenía frente a la pc y la necesidad de la nicotina se empezaba a hacer evidente, el solo hecho de ver a la ñañita sentada en el sofá -que ella había puesto estratégicamente frente al escritorio con el fin de poder acompañarle en esas sesiones de trabajo intenso- leyendo despreocupadamente algún libro y levantando la vista ocasionalmente para enviarle a él una gran sonrisa y un beso sugestivo, hacia que se olvidara ( o aguantara) el deseo de abrir el cajón y sacar con una sola mano y sin ver, el tan ansiado cigarro.
Sonrió al recordar la pasión de la ñañita por la lectura y como acrecentó la pequeña y limitada biblioteca de él, y a través de las volutas de humo alcanzó a ver el libro que ella había dejado inconcluso al marcharse, podia casi de memoria recitar la pagina entera donde ella había dejado el separador – un trébol de 4 hojas que habían encontrado en su viaje a Trujillo y que ella había guardado y enmicado para usarlo después como separador- y volvió a hacerse las mismas preguntas… “Habrá comprado otra vez el libro?, Lo dejó o lo olvidó?, No sintió ganas de saber cómo había terminado?”.
Sí alguna vez en sus posteriores charlas por teléfono- que fueron pocas y cortas- ella le hubiera preguntado como había terminado el libro él podría haberle contado el final, pero ella no preguntó jamás y él prefería aprovechar el poco tiempo que duraban las llamadas en escuchar los adelantos en la universidad y en sus investigaciones.
Aplastó la colilla contra el cenicero y se quedó escuchando la letra de la canción que venía del aparato de sonido que ella tanto había insistido en que compraran, tomo el control y regresó unos segundos el compacto subiendo un poco más el volumen para escuchar mejor, sacó su agenda y busco impaciente y con nerviosismo una pagina, al encontrar la dirección que buscaba apuntó lo que había escuchado; en su cara se veía la determinación y en la mirada le surgió un brillo –acaso el que había perdido al verla alejarse por el pasillo del aeropuerto en las salidas internacionales?, O cuando ella llamó por última vez para darle aquella dirección y pedirle que le enviara las pocas pertenencias (sin mencionar en ningún momento el libro) que hubiera dejado, pidiéndole encarecidamente que la perdonara y… la olvidara!!?- que bien se podía describir como esperanza.
Recogió el libro y lo metió en uno de esos sobres que solía utilizar para enviar sus trabajos por paquetería, tomó una tarjeta de esas en las que la ñañita le dejaba recaditos con frases como… “tus ojos me recuerdan el color de una noche sin luna y me gusta perderme en ellos hasta encontrar el brillo de las estrellas”. De la agenda copió la dirección en el sobre y en la tarjeta escribió con su mejor letra… “Vale más un año tardío que un siglo vacío amor… antes del libro cerrar, quisiera contarte que no me gustó su final… quiero pasar más tiempo junto a ti, recuperar las noches que perdí, vencer el miedo inmenso de morir y ser eterno junto a ti… tus ojos son como los rayos del sol entrando por mi ventana”.
Cerró el sobre y salió a la calle, el cambió brusco de la semioscuridad de su departamento a la luz plena del sol lo cegó por un momento, con la conciencia de los pocos autos que pasaban, cruzó la calle y entro en el expendio, pidió los cigarros y al pagar por primera vez le dirigió una sonrisa amplia a la chica, esta solo atinó a hacerle una pregunta… cómo puede brillar tanto el sol después del aguacero de ayer?”.
“Después de la tormenta, la calma llegará”- respondió él y al ver a la chica sonreír afirmativamente levantó la mano con la que sostenía la cajetilla y le dijo muy solemne… “Te prometo que será la última”.
Salió y se dirigió a la agencia de envíos…
Ha pasado un poco menos de un mes, él esta sentado ante la pc y aquel brillo (parecido a la esperanza) esta por borrarse de sus ojos, la cajetilla aún sin ser abierta esta dentro del cajón; el timbre suena y él contrariado duda en abrir, ha tenido mucho trabajo y el ruido incesante de los claxons le impide concentrarse del todo en su labor; acude al segundo timbrazo tratando de distenderse un poco y al abrir la puerta cree ver a la chica del expendio que talvez se ha animado a cerciorarse que en realidad ya no fuma mas.
Lejanas aunque muy claras le llegan las palabras de ella…
“Si no te gusta el final del libro, basta conque no lo acabes… regresa las páginas y vuelve a leerlo; Tienes razón, más vale un año tardío que un siglo vacío”.
Ahora esta seguro… la promesa no será en vano!.
ser humano
Music & Design & Photo & Bike.
Test, fail, learn, repeat.
oh q relato!!!!!! pero como puedes romper una promesa cuando o tienes el valor d hacerlo??? es mi caso bueno. En medio d mi crisi existencial solo puedo decir q no creo en las promesas, nisikiera en las q yo hago :( [buscando una razón par vivir]
Awesome!!