Contemplando el cielo
*Un cuento que escribió en vida C.R.
Toda La Vida
¡El cielo era un mosaico de colores hermosos, con un fondo azulado del que prendían blanquecinas nubes de formas caprichosas!. Fijó su mirada en una que parecía quizás un Unicornio o acaso un Pegaso (era incluso más blanca que las otras), el viento la movía pesadamente cambiando su apariencia.
Recordó los días de su infancia allá en su pequeño pueblo en que junto con sus dos amigos inseparables, se escapaba después de clases y tumbados a la orilla de la presa pasaban un rato largo adivinando las formas de las nubes y platicando entre otras muchas cosas, de su futuro; uno queriendo ser doctor y el otro soñando con ser piloto, ¡él nunca se ponía de acuerdo!. Hacía mucho tiempo que nos los veía, desde que ambos partieran con rumbos distintos, uno al Colegio del Aire y el otro al extranjero a especializarse. Como estarían ellos? Acaso le extrañarían? Llorarían alguna vez por él?
Salpicada de los colores del ocaso la nube paso a ser un ave Fénix, aquella que resurgía de sus cenizas. ¡En realidad que era bello aquel espectáculo de la naturaleza, no lograba recordar cuanto tiempo hacia que no se detenía a contemplar un atardecer!.
El Dios Sol comenzaba su largo recorrido por el inframundo a fin de librar su batalla diaria contra las fuerzas de la oscuridad para renacer victorioso al día siguiente, pero mientras perecía en las fauces de los animales nocturnos, salpicaba de tonalidades cobrizas el cielo, haciéndolo imaginar el fuego donde el Dios Nanahuatzin se sacrificó arrojándose para convertirse en el quinto Sol.
Así se los había descrito tantas veces el profesor de historia en la secundaria y él como muchos, escuchaba embelesado las leyendas prehispánicas en boca de aquel mentor que poseía el don de hacer que la materia de historia fuera la favorita de muchos chicos, sobre todo de aquella chiquilla de trenzas rubias y largas pestañas a la que descubriera mirándolo a hurtadillas mientras el profesor leía parte del Popol Vuj y que se sonrojara al ser descubierta por los ojos de él. En un ocaso parecido a este que contemplaba ahora, la había hecho su novia y desde entonces estarían juntos hasta terminada la secundaria, cuando el padre de ella que trabajaba en el vecino país del norte, consiguiera que la familia entera se fuera a vivir allá. En un arrebato de sentimentalismo él le había prometido ir a buscarla y le había arrancado la promesa a ella de esperarlo. Aún le estaría esperando? Le extrañaría? Lloraría alguna vez por él?
Aun en los primeros semestres de la preparatoria trato de ser fiel a su promesa, pero poco a poco la fue dejando en un olvido resignado y se refugió en el estudio y en el deporte. No es que le gustara más el fut bol que cualquier otro deporte, pero destacaba en el y con su equipo había ganado cuanto torneo se disputara y eso le agencio cierta popularidad con las chicas, aunque realmente ninguna le dejaría recuerdos capaces de sobrevivir al paso del tiempo. Salvo una, que paradójicamente solo se había dedicado a ser una amiga incondicional y fiel, ella junto con otro chico serian sus grandes aliados en aquellos años. Las fiestas, los paseos, el cine y el estudio los había unido, pero ahora sus carreras y sus familias los mantenían alejados aunque en contacto. Ellos si le extrañarían? Si llorarían alguna vez por él?
El sol se había ocultado al fin y daba paso a una oscuridad paulatina en la que comenzaba a vislumbrarse la primera estrella vespertina, el cielo ahora tenia el color de los ojos de aquella mujer a quien esa misma tarde le acababa de pedir matrimonio, trato de sonreír al recordar cuando la viera por primera vez ya en las aulas de la Universidad, parecía tan lejana, tan distante a su mundo. Tenía los ojos mas hermosos que jamás hubiera visto, rodeados de unas pestañas largas y espesas, una mirada bondadosa, una sonrisa coqueta y franca y un cuerpo aunque menudo y fino, de curvas armoniosas. Era inteligente y culta, amable y llena de vida. Desde ese momento se enamoró de ella.
Coincidían en algunas clases del tronco común, ella estudiaba Antropología y él Historia, paso un tiempo antes de que se atreviera a pedirle que salieran juntos y se hicieran novios y paso algo más de tiempo antes de aquel campamento donde después de entregarse uno al otro (¡jurándose mutuo amor!) y mientras ella dormía entre sus brazos, él bajo aquel cielo tachonado de lucecitas se puso a contar estrellas hasta que el sueño lo venció y ambos permanecieron así bajo la mirada de la luna llena, su cómplice en esa y muchas otras noches. Busco en el cielo para ver si esa luna estaría ahí presente, pero le pareció que su querida cómplice llegaría esa vez un poco tarde.
Hacia poco más de un año que terminara la carrera y lograra colocarse no sin esfuerzo en un colegio, en donde tratando de emular a aquel profesor de su adolescencia, intentaba inculcar en sus alumnos esa pasión por la historia y el interés por sus raíces, que lo habían llevado a él a decidirse por aquella carrera. Esos chicos le extrañarían? Le recordarían? Llorarían por él?
Podía sentirse agradecido con la vida, nunca le había faltado nada, solo quizá en ese momento la mano de su madre, aquella mujer de gran temple y valor que convenciera a su padre de salir de aquel pueblo y establecerse en la capital, y que le había procurado el mayor amor, el apoyo y todo lo necesario para terminar con sus estudios. A su padre no le amaba menos ni tampoco le estaba menos agradecido, pasaba solo que la que llevaba las riendas en esa casa era su madre y constantemente recordaba lo que un día su padre le había dicho al preguntarle él por que nunca la contradecía: «¡El día que tu madre te dio a luz por poco la pierdo y me jure que nunca haría nada que la separara de mi, y sus decisiones me parecen acertadas, solo deseo que tú encuentres una mujer a quien ames tanto como yo a tu madre y entonces me entenderás!».
¡Bien pues él estaba seguro de haber encontrando a esa mujer y era aquella a quien había pedido matrimonio y a la que estaba dispuesto a complacer en todo!. Incluso en aquello de pretender tener solo 2 hijos; él como hijo único sabia la necesidad que se siente algunas veces de tener algo mas que un amigo y el deseo que se tiene de compartir hasta los mimos y los regaños maternos, pero ella provenía de una familia de varios hermanos y sabia lo difícil que es dar amor y cuidados cuando son muchos miembros. Pero con tal de pasar el resto de su vida al lado de ella, el número de hijos y otros temas de no menos importancia podían ser resueltos con el amor que ambos se profesaban.
La oscuridad del cielo le recordaba sus ojos hermosos, profundos, y cómplices que lo invitaban siempre a perderse en ellos y que aquella tarde le respondieran antes de que su boca lo hiciera.
Era una mujer bella, la imaginó con el vestido de novia, blanquísimo como aquella nube que contemplara minutos antes y que ahora había desaparecido y daba paso a un cielo limpio y a una noche fresca.
Se odio por provocarle aquel dolor a ella y a sus padres, ellos 3, estaba seguro de que le extrañarían y le llorarían. En sus ojos surgieron lágrimas por los que dejaba.
Miro una vez más hacia el cielo para llevarse con él, el «color de la noche» que era el mismo que el de los ojos de ella.
Sintió escalofríos y un dolor recorriendo su cuerpo (¡que duro y frío es el pavimento!), supo que era momento de partir, cerro los ojos al tiempo que suspiro hondo… escucho a lo lejos la sirena de una ambulancia… ¡una ayuda tardía!.
Al día siguiente una nota en el periódico daba cuenta de un joven atropellado a quien sus padres, su prometida, sus amigos y sus alumnos, extrañarían, recordarían y sobre todo llorarían.
ser humano
Music & Design & Photo & Bike.
Test, fail, learn, repeat.